Cuando el caudillo venezolano decide cortar las relaciones comerciales con Colombia, lo hace pensando que le va a dar al vecino país, un golpe que lo hará caer de rodillas a sus pies, suplicando un perdón que jamás llega, porque, sencillamente, no le hace falta.
Colombia, en menos de tres o cuatro meses de haber sido vetada comercial y diplomáticamente por el régimen chavista, ya ha sustituido casi el 100% de las exportaciones e importaciones que mantenía con Venezuela, sin tener que pedir perdón y sin sacrificar en nada a su pueblo.
No así Venezuela, que con este disfraz de presidente, primero ataca y después averigua.
Al dictador de Sabaneta se le olvidó que en esa pelea, el que pierde es él (o mejor dicho, los venezolanos) ya que somos un país importador por naturaleza (y cada vez producimos menos), y el mercado colombiano era nuestro principal socio comercial.
Pero claro, la insensatez y esa necesidad de buscar pleito a quien lo contradice, hizo que todo el pueblo pagara las consecuencias de una nueva estupidez gubernamental.
¿Será que en algún momento amanece, y despertamos de esta pesadilla cada vez más tormentosa?
¿Será que existe aún alguna manera de hacer que suene el despertador?
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