lunes, 12 de abril de 2010
EL DÍA QUE CHAVEZ SE RINDIÓ (por Eduardo Velasco)
Fueron días intensos, los que precedieron a la renuncia del caudillo. Y aunque estábamos en pleno paro y cada marcha era más comprometida que la anterior, no podía adivinarse que algunas horas más tarde, los venezolanos regresaríamos, aunque fuera por algunas horas, a la IV República.
En medio del caos, de los gritos que cada vez se acercaban más al final y de una esperanza que comenzaba a asomarse por todas partes, los venezolanos caminamos y caminamos con la fuerza que da la libertad a la vista y con una valentía sin comparación que hoy sigue siendo la envidia de nosotros mismos.
Se anunciaban muertos, y también se anunciaba que a pesar ello nadie daba un paso atrás. Aún están presentes en la memoria los enfrentamientos con la Guardia Nacional y con algunos delincuentes armados que desde Llaguno defendían su revolución con la más cobarde exhibición de malandraje y bajeza.
Y para no dejar cabo suelto, previamente el régimen había colocado francotiradores en los edificios gubernamentales que quedaban a lo largo de aquella gran caminata.
En un momento, en las radios que la gente portaba para enterarse de lo que sucedía más adelante, empezamos a escuchar de la deserción de algunos militares que se negaron a obedecr las órdenes genocidas del dictador, quien en la mitad izquierda de una pantalla dividida, afirmaba que todo estaba en orden, como si la gente no viera lo que ocurría en la otra mitad.
Hacia la noche, cuando ya las ratas se habían escondido en sus respectivas madrigueras, la máxima autoridad militar anunció sin pelos en la lengua que el caudillo había renunciado.
Cuántas lágrimas de emoción dejamos rodar los venezolanos esa noche, cuando las noticias anunciaban todo aquello, y el país se convencía de que tanta sangre y tanta muerte habían valido la pena.
Y cuando aún le estábamos agarrando el gustico a reestrenar aquella libertad perdida, la traición y el egoísmo se dieron cita y nos hicieron perder esa única oportunidad de lograr lo que ya habíamos logrado.
Así, el esfuerzo de todo un pueblo se fue en barrena, y de pronto ya la sangre y los muertos comenzaron a ser una "lista de lástimas" que aún hoy se preguntan "¿por qué?".
Las ratas comenzaron a salir de nuevo como un inequívoco indicio de que muy pronto la dictadura estaría de vuelta, y en un discurso de retorno que nos hacía intuir toda la mentira que comenzábamos a vivir desde esa noche, el caudillo, con tono humilde y arrepentido proclamó una nueva era de reconciliación que jamás habría de llegar, y que muy lejos de ello, sería una era de odios inventados y de venganzas permanentes.
Nuestro regreso a la IV República fue una ilusión que apenas rozamos, y que se desvaneció con una V República que escribiría y sigue escribiendo las páginas más tristes y lamentables de la historia venezolana.
¿Qué pasó? Jamás lo sabremos a ciencia cierta, pero a partir de entonces, el país comenzó a quebrarse y la patria siguió los caminos de cada venezolano que decidió probar suerte en otras tierras o se quedó soportando la ausencia de sueños libertarios.
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