Movido por una envidia que lo pudre por dentro y por fuera, el dictador ha ordenado a sus esclavos más cercanos (esos que manejan alcaldías y gobernaciones), que sigan sus pasos en el proceso de expropiar todo cuanto pertenezca al mundo de esos ex-venezolanos apátridas, ricos, pro-yankees e incluso seguramente contratados por la CIA.
Así, el gobernador de Aragua, Rafael Isea, en una demostración única de lealtad canina, tomó la decisión de expropiar el Country Club de su estado.
Un aplauso a la revolución, que sigue quitándole a la gente lo que le pertenece, para convertirlo en espacios inútiles y ociosos.
Una muestra más de cómo se construye el socialismo del siglo XXI.
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