martes, 6 de abril de 2010
ESTE ARTÍCULO PODRÍA TITULARSE: "EL ÚLTIMO, QUE APAGUE LA LUZ". PERO AHÍ ESTÁ EL PROBLEMA...NO HAY LUZ. (por Eduardo Velasco)
Este régimen dictatorial que maldirige el señor Hugo Chávez, es tan detallista, que no dejó un sólo rincón ni aspecto del país sin ser sometido a la más metódica destrucción y posterior ruina.
La incapacidad de hacer tan solo UNA cosa bien hecha, es realmente abrumadora, y nos enfrenta hoy al "desprivilegio" de estar entre las naciones más alejadas de cualquier síntoma de desarrollo en el continente.
Lo único que nos separa de los países que nos siguen en la cola (que son muy pocos) es ese dinerito que aún sigue entrando por concepto petrolero, a pesar del mal manejo al que la industria se ha sometido desde hace poco menos de 11 años.
La soberbia desproporcionada, tantas veces confundida por el caudillo con la dignidad, nos ha permitido alejarnos como nación, de comercios internacionales absolutamente estratégicos, dejándonos en un abandono prácticamente absoluto.
La carencia de ideología en el equivocadamente llamado proceso revolucionario, ha hecho que este trágico fenómeno llamado chavismo se transforme en un cataclismo histórico...en una especie de sunami político que sin fundamento alguno va arrasando con todo a su paso.
Es así como nos enfrentamos con un régimen que no sabe manejar las relaciones diplomáticas más elementales, porque al frente de su cancillería se encuentra un nefasto y por demás inepto personaje que no tiene ni la más mínima idea de lo que se debe hacer en esas instancias.
El régimen tampoco sabe manejar ningún ámbito del tema estudiantil, porque al frente de esa importante cartera cuenta con una serie de ineptos serviles, que se quedaron estancados en los viejos cuentos sépticos del comunismo más retardatario y extemporáneo.
El régimen tampoco sabe cómo llenar la cesta básica de los venezolanos, porque la venganza pudo más que la sensatez, y prefirió romper relaciones comerciales con Colombia (principal proveedor de la mayoría de lo que se consumía en el país) sin preparar antes el inevitable camino del desabastecimiento, el cual disfraza con acusaciones de especulación.
El régimen no ha sabido manejar su mano izquierda (a pesar de sus tendencias seudoideológicas) y cierra medios de comunicación, interviene internet, atenta a diario contra la propiedad privada...y todos los desacuerdos diplomáticos los lleva al plano personal: simplemente agarra su pelota y se va, dejándonos a todos con las casi olvidadas ganas de continuar viviendo en democracia y libertad.
Y hay problemas eléctricos (por primera vez en más de 50 años) simplemente porque el régimen se antojó de la EDC y se adueñó de esa vital empresa sin saber qué hacer con ella...Y hay problemas de inseguridad porque el régimen no sabe cómo controlarla...Y hay problemas de salud porque el régimen no tiene ni la menor idea de qué hacer para que la gente cuente con un sistema de hospitales que funcionen al menos a medias (como funcionaban antes de su fatídica llegada)...Y hay problemas de empleo porque el régimen genera una desconfianza gigantesca entre las empresas nacionales y multinacionales, obligándolas así a mudar sus operaciones a países que puedan garantizar tan solo un mínimo de seguridad.
En fin, podría escribir cientos y cientos de culpas a este destructivo régimen que insiste en decir que todo está bien a pesar de los planes desestabilizadores de una oposición traidora y apátrida, y que si algo funciona mal...sigue siendo culpa de la IV República. Todo ello sin contar los sempiternos síntomas de una sicopatía persecutoria que Chávez verbaliza sin parar, denunciando las perversas intenciones mundiales de magnicidio, las constantes infiltraciones de la CIA en el devenir social venezolano, etc, etc, etc.
Y en medio de este desastre sin parangón, los líderes opositores se debaten entre a quién le toca y a quién no tener un sitio en las próximas elecciones de septiembre, dejando al descubierto una peligrosa debilidad y un sentido ilimitado del egoísmo que pueden facilitar sin duda alguna, el último giro que Chávez y su negrísimo futuro necesitan para terminar de atornillarse en lo poco que queda de país.
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